Los tibetanos creen en la existencia de un reino sagrado, Shambhala, oculto en algún rincón remoto del Himalaya. En este lugar paradisíaco impera la belleza y la bondad, porque sus pobladores han alcanzado la iluminación trascendiendo el sufrimiento. Muchos consideran que aún es posible llegar a Shambhala, pero el camino es largo y lleno de peligros. Quien tiene la suerte de llegar a sus puertas, debe aprovechar la oportunidad de penetrar en el reino. Si no lo hace y lo deja para más adelante, tal vez nunca más vuelva a encontrarlo.
Las puertas de Shambhala se abren una sola vez en la vida, y el que no las atraviesa queda fuera para siempre.
Este mito nos enseña algo muy importante que a menudo olvidamos: la vida no espera. Por lo tanto, si tenemos un sueño, debemos tratar de hacerlo realidad. Si no tomamos la iniciativa con el primer entusiasmo, ya nunca vamos a hacerlo.
Es triste dejar pasar los días y los años sin que nada importante suceda. Los que nunca arriesgan nada son los primeros que se quejan de lo aburrida que es su vida. Esperan que el cambio, la felicidad, les llegue de fuera como una dádiva. Esta visión de las cosas no es muy productiva: encontrar un nuevo mundo requiere valor, optimismo e inmediatez. "Ahora o nunca" debería ser el lema.
Si la puerta de Shambhala se ha abierto en tu vida, entra sin dudar. Es preferible errar cien veces que someterse a la mediocridad.
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