martes, 5 de marzo de 2013

El oceano y las olas...

No somos islas, somos el oceano movido por las tempestades de la vida y por la luz de las estrellas. Paulo Coelho.

La semana pasada me hicieron llegar estas dos charlas y una entrevista a Jeff Foster que creo guardan relación así que he decidido compartirlas juntas en una misma entrada. Esta es una entrada un poco más larga de lo habitual pero creo que el esfuerzo merece la pena. ;) Espero que lo disfrutéis y GRACIAS por seguir este espacio y por vuestros mensajes cariñosos sobre el mismo.

En la introducción de tu nuevo libro, "La Aceptación Profunda", comienzas, Jeff, con una declaración sumamente fuerte. Una declaración realmente fuerte y definitiva y quiero empezar nuestra conversación con esto. Aquí está lo que escribiste: "Yo enseño una cosa, y sólo una cosa: una profunda y valiente aceptación de todo aquello que se ponga en tu camino." Así que para comenzar con esto, es una fuerte declaración... escribir estas palabras: "Yo enseño una cosa y sólo una cosa." 

Jeff Foster: Si, bueno tú sabes, esto que enseño es realmente un mensaje radical. Yo diría que no es precisamente para los débiles de corazón. Diría que se trata de un problema fundamental de la humanidad, si pudiéramos llamarlo así. Y es que, hasta cierto punto, le tenemos mucho miedo a la vida o nos hemos vuelto temerosos a la vida, tenemos miedo a vivir. Pasamos mucho de nuestro tiempo, al parecer, apartándonos de la vida, apartándonos de nosotros mismos; apartándonos del dolor, apartándonos del miedo, apartándonos de la tristeza, apartándonos de la duda. Y yo diría que, si tuviera que resumir todo lo que tengo para enseñar es, ¡parar!. Dejar de apartarnos. Y quedarnos con la vida y voltear hacia la vida si es que se puede. 

Enfrentar aquello que está frente a nosotros. Finalmente, aprender a conocerla como si fueras tú mismo. Muy a menudo se siente como si la vida estuviera de alguna forma en contra de nosotros, ¿sabes? o como si la vida nos estuviera haciendo algo, o que la vida va mal, o que la vida no está de nuestro lado.

Mi invitación es: parar y mirar aquello que está realmente aquí. Sal de esa historia de tu vida —la vida es esto, la vida es aquello, o esto está mal, o aquello no está bien, esto es lo que pasará, aquello es lo que pasará. Simple y amablemente regresa a lo que realmente está aquí. Yo hablo acerca de la constante invitación que la vida nos hace. Veo la vida como una constante invitación a simplemente regresar a casa, en cierto sentido, regresar a lo que está frente a ti, porque eso es realmente todo con lo que estás lidiando, a pesar de que a veces parezca que hay mucho más. Sólo enfrenta esto que está aquí.

TS: Ahora, esta idea de enfrentar lo que hay aquí, una profunda y valiente aceptación de todo aquello que se ponga en tu camino —pero, sabes, obviamente, que hay cosas realmente difíciles que se van presentando en el camino de la gente. Y mientras nos hablas yo me imagino algunas de esas cosas realmente difíciles y quizás alguien diga, "¿Cómo aceptar realmente y sin temor, y cómo voltear a ver este gran dolor como el de haber perdido un hijo o cualquier otra cosa que parezca insoportable?"

JF: Eso es muy cierto. Sabemos que la vida puede ponerse realmente difícil y que somos confrontados con esas olas. En el libro hablo mucho acerca de esas olas en el océano que tú eres. Si te ves a ti mismo como ese vasto océano, todas esas olas aparecen siempre —pensamientos, sensaciones, sentimientos— todas estas son las olas que aparecen en ti. 

Como tú dices, absolutamente, muchas veces las olas se pueden llegar a poner muy difíciles. Son grandes olas: olas de temor, olas de dolor, olas de tristeza, olas de dudas, olas de alegría, olas de felicidad. Lo que quiero decir es que todo ya está permitido en ti. Ya sabes, todo, esencialmente; lo que eres es ese espacio para todo ello. Pero como dices, algunas veces las olas se pueden poner muy intensas y la verdad es que normalmente no sabemos qué hacer con ellas.

A pesar de todo lo que hemos aprendido, a pesar de toda nuestra evolución espiritual, de todas las experiencias que hemos tenido y todas las reflexiones que hemos hecho y todos los despertares que hemos tenido, aún, a veces, esas olas aparecen como avalanchas demasiado intensas de dolor, como dices.

TS: O como un tsunami, digamos.

JF: Si, como un tsunami.

TS: Alguien que está experimentando algo así. No sólo una ola sino algo más parecido a "¡Oh dios mío, esto me va a destrozar!" 

JF: Si, si. Y esto le pasa hasta al más experto. Les sucede a las personas supuestamente más despiertas e iluminadas. Nadie es inmune a esos tsunamis. Eso es parte de la invitación, aunque sabes, un buen punto de inicio es ser realmente honesto acerca de este asunto. "Este tsunami está surgiendo, este tsunami de dolor, de miedo y, en este momento, no sé qué hacer con él". Este puede ser un maravilloso comienzo. En lugar de meterse en toda esa historia quejosa de "No sé qué hacer con esto," y "¿Qué estoy haciendo mal, porqué no puedo resolverlo? y "Esto me va a destrozar" y ya sabes, todas esas historias que nos contamos. Regresas realmente a la verdad de ese momento —que podría ser, en ese momento, podría ser "No sé realmente cómo enfrentar esto." 

A menudo digo que se ha hablado mucho acerca de la resistencia; muchas de las enseñanzas espirituales hablan acerca de la resistencia y de cómo siempre estamos resistiéndonos al momento y que deberíamos dejar de hacerlo; que nos resistimos al dolor, que nos resistimos al miedo y que deberíamos parar. Lo que pienso es que quizás sea más verdadero decir que nadie está resistiéndose activamente a su temor. Nadie está activamente resistiéndose al dolor. Tal vez sea más preciso decir que simplemente no sabemos cómo estar con nuestro dolor. Y no sabemos cómo convivir con nuestros temores. No es que nos estemos resistiendo. Más bien es que no sabemos cómo sentarnos con ellos, cómo estar con ellos.

Posiblemente se deba a que nadie nunca nos enseñó cómo sentarnos con el dolor, cómo estar con él. Se nos enseñó, desde muy pequeños, a no sentir demasiado esas cosas. Nos enseñaron que la tristeza es mala, que el miedo es malo o que el enojo no es bueno. Así que invertimos mucho de nuestro tiempo huyendo de esos sentimientos, porque realmente, ¿quién nos enseño, quién nos tomó de la mano en medio de nuestro dolor, en medio de nuestras penas, en medio de nuestras dudas? ¿Quién se sentó con nosotros y nos tomó de la mano y por un momento no intentó componernos o cambiarnos o llevarnos hacia un sitio diferente?

A mí me parece que realmente hemos olvidado, o quizás nunca supimos cómo convivir con esas olas gigantes. Y como dije antes, podría ser un precioso inicio simplemente admitir tu inocencia, en cierto sentido, admitir con completa humildad —"Realmente, no sé cómo estar con esto"— y empezar desde ahí.

TS: Ahora, qué le dirías a una persona que dice "No sé como estar con esto que es tan abrumador, sea lo que sea , ya sea miedo o alguna otra cosa, debido a que es muy intenso. Simplemente parece que hay aquí demasiada intensidad." A veces la gente dice, "Si me permito realmente sentir esto voy a empezar a llorar" y luego dicen "Si empiezo a llorar, no voy a terminar de hacerlo". Así que ¿qué le dirías a esa persona que siente miedo a la intensidad? 

JF: Eso es muy cierto. ¿Sabes? Normalmente digo "No creo que nos asuste tanto la muerte, pienso que nadie le teme realmente a la muerte, pienso mas bien que estamos muy atemorizados de la vida. Tenemos miedo de la intensidad de la vida, porque como dijiste, se puede poner muy intensa. Y ciertamente en estos cinco, seis años en que he estado viajando alrededor del mundo, hablando con la gente y realmente profundizando en todo esto con ellos, escucho con frecuencia eso. Dicen "Jeff, temo mucho que si permito tan sólo un momento este dolor, si realmente lo permito, si lo dejo libre, si no me resisto a él, si tan sólo dejo de huir de él por un momento, temo que se arraigue en mí. Que nunca se vaya. Esto me destruiría".

Es decir, aquí estamos hablando de miedos fundamentales. Temer ser destruido por esa ola. Que esta ola me aniquile, que esta ola me destruya, tú sabes. Esta ola, simplemente es más grande que yo. Me convertiré en algo "diferente". Hay demasiados temores alrededor de eso. Entonces, es aquí donde llegamos al mensaje principal de mi libro, que es "la aceptación profunda," porque siempre se trata de eso: "Bien, y ¿cómo acepto?" Cuando todo sale como quieres, cuando las olas son hermosas y tranquilas, cuando el día está soleado en el océano y las olas son suaves, parece muy fácil aceptar el momento presente. (Pero) cuando las olas se tornan intensas y surge el tsunami, la pregunta es "Bueno, ¿cómo voy a aceptar esto?"

Entonces tratamos de aceptar esos tsunamis. Esto es lo que digo en el libro. Hay mucha gente por ahí que conozco que está tratando de aceptar ese momento. Están intentando decirle "Si" a este momento. Hay muchos intentos. Tratamos de aceptar los tsunamis pero debido a nuestros temores y a la intensidad del momento, simplemente nos sentimos incapaces de aceptarlos. Nos sentimos incapaces de permitir. Así que nos enfrentamos con el tsunami y, en el momento, nuestra propia incapacidad para aceptarlo —nuestra propia incapacidad hace que fallemos en aceptarlo. Entonces eso se convierte en la verdad de ese momento, que hay ese gran tsunami y que hay, en ese momento, un sentido de limitación para enfrentarlo.

Lo que digo en el libro es que realmente no es que tú estés fallando. Eso no es una muestra real de tu fracaso; el hecho de haberte sentido incapaz de aceptar ese momento. Aquí hay una verdad mucho más profunda. Es la razón por la cual hablo de una aceptación profunda. Hablo acerca de la aceptación no como algo que hacemos, lo que digo en el libro es que la verdadera aceptación es lo que ya somos. Es tu otro nombre. Aceptación es otro nombre para lo que tú eres. La paz, el descanso y la libertad y todas esas cosas buenas que estamos buscando no son cosas por las que se pueda hacer algo para conseguirlas, es más una cuestión de recordar que estás hecho de eso. Fuiste hecho como aceptación. Esa es tu verdadera naturaleza. 

TS: ¿Puedes ahora explicarnos esto un poco más? No estoy segura de estarte entendiendo muy bien, con exactitud. Dices que lo que somos es aceptación, pero vemos que mucha gente no parece estar precisamente aceptando.

JF: Es muy cierto. Aceptación es lo que somos. Así fue como fuimos construidos y eso es lo que olvidamos. Diría yo que quizás este es el problema de la humanidad y todo el conflicto, todo el sufrimiento, toda la violencia y todas las conductas destructivas surgen de ese olvido acerca de lo que somos. 

Entonces, si lo pensamos bien, esta sería la forma más fácil de explicarlo. Si alguna vez te has puesto a meditar, estás ahí sentado observando cómo los pensamientos vienen y van; tal vez observes cómo las sensaciones surgen y desaparecen, y entonces empiezas a darte cuenta de que tal vez no seas tú quien creías ser porque si los pensamientos vienen y van, entonces estos no pueden realmente definir lo que eres porque lo que realmente eres en tu esencia no puede venir y desaparecer. No puede llegar e irse. No podría aparecer y desaparecer. Lo que realmente eres, es siempre, siempre está aquí. Siempre está presente. Creo que todo el mundo tiene ese sentido básico de estar aquí, de existir ahora, en este momento. Podemos dudar de todo, de todo lo que nos han dicho, de todo lo que nos han enseñado, excepto del hecho de que existimos en este preciso momento.

Hay un claro sentido de estar aquí. En realidad no importa en dónde estemos. No se trata de estar aquí o estar allá, sino de Ser en donde estemos. En cualquier parte del mundo donde nos encontremos, es Ser donde estemos. Todos tienen ese sentido y es a lo que llamo el océano, el océano de la consciencia, el océano consciente.

Así que te pones a meditar, te das cuenta de que los pensamientos vienen y van, que los sentimientos vienen y van, que las sensaciones vienen y van y empiezas realmente a darte cuenta que lo que en verdad eres no pueden ser esos pensamientos. Lo que yo soy no pueden ser esos sentimientos, lo que soy, en mi esencia, no pueden ser las sensaciones debido a que todas ellas van y vienen. Empiezas a hacerte consciente de que hay algo aquí que no va ni viene, que está siempre presente, este océano que eres —así es como lo llamo: el océano de lo que eres. Entonces, empiezas a advertir que dentro del océano que eres, dentro de ese amplísimo, siempre presente espacio que eres, todas las olas de la vida están siempre apareciendo y desapareciendo. Los pensamientos van y vienen. Las sensaciones llegan y se van. Todas las olas surgen y se disuelven en el océano que eres. Lo que tú eres siempre está ahí.

Así que cuando hablo de aceptación, lo hago desde un punto de vista diferente, tal vez, a como estuvimos acostumbrados a utilizar la palabra. Entonces, aceptación no se trata de yo (llevando a cabo) la aceptación: "tengo que aceptar este momento, tengo que aceptar mi miedo o tengo que aceptar este dolor". Se podría decir que en un nivel mucho más profundo, ese océano que eres ya ha aceptado o permitido desde un principio esas olas. Cualquier ola que surja en el océano de ti ha sido, en cierto modo, ya aceptada. Ya ha sido aceptada porque está apareciendo, porque está aquí. Entonces, si está apareciendo un pensamiento, significa a nivel más profundo, que el océano que eres, ya aceptó ese pensamiento.

Si hay una sensación apareciendo en este momento, significa que el océano que ya eres está aceptando esa sensación. Está permitiendo ese sentimiento. Está permitiendo esta tristeza. Está permitiendo este dolor. Está permitiendo esta alegría. Si está surgiendo una ola en ti, significa, básicamente, que aquello que tú eres le ha dado el Si en cierto sentido. Y en cierto sentido, lo que tú eres ha dicho Si a este momento, exactamente como es. Así que esos pensamientos, esas sensaciones, esos sentimientos, incluso esa duda o esa confusión o ese dolor que aparece en este momento —a un nivel más profundo, lo que tú eres, ya lo está permitiendo, lo que tú eres ya lo está aceptando, lo que eres ya ha dicho que Si a ello. Entonces, aunque a un nivel superficial, algo parezca inaceptable para ti, para la mente, para el pensamiento, tu pensamiento podría decir: "esta tristeza no debería estar aquí" o podría decir, "esto es demasiada tristeza." O un pensamiento incluso podría decir, "esta tristeza no es suficiente", porque el pensamiento siempre está comparando y en el fondo, ese océano que eres ya está permitiendo esa tristeza. 

Esa tristeza ya ha sido bienvenida en ti, por eso está ahí. Claro, en cierto modo, esto está en contra de nuestro sentido común por como fuimos enseñados y podría parecer, sobre todo cuando se escucha por primera vez, podría parecer una locura o sonar muy confuso. Pero realmente, no es algo que tú crees, es algo que empiezas a notar dentro de tu propia experiencia. Es como cuando la vida se convierte en una meditación constante, y te das cuenta de los pensamientos, de las sensaciones, de los sentimientos y empiezas también a notar a un nivel más profundo, que cualquier cosa que surja en este momento, incluso si se trata de algo muy intenso, que básicamente no es tu enemigo.

Pienso que este es el punto más importante, que si la tristeza está surgiendo en ti, aunque sea demasiado intensa, no se trata de un enemigo. Ninguna ola puede estar en contra del océano. Eso ya ha sido aceptado en ti. Entonces, lo que diría es que la vida es esa constante invitación a recordar esta naturaleza ya aceptada de experiencia presente. Así es como vemos que la aceptación no es algo que tú haces. No se trata de "ya acepté este momento" o "no acepto este momento". Es notar a un nivel más profundo que este momento ya ha sido aceptado. A eso es a lo que me refiero cuando hablo de aceptación profunda. Es una aceptación que va más allá del "yo acepto" y del "yo no acepto".

En cierto modo, es rendirse completamente a la vida. Es una total rendición. Es como reconocer tu total humildad ante la vida. Pero no es un sitio de impotencia ni pasividad. Diría yo que es completamente lo opuesto, porque se trata de descubrir ese "Si" de la vida que incluye todo. Es un "Si" a cada momento, pero no como algo por lo que tienes que luchar para lograr. No se trata de luchar para lograr decir "Si", porque eso resultaría muy cansado, pienso, tratar de aceptar este momento aunque el momento sea muy difícil. Tratamos y tratamos y tratamos de aceptarlo. Puede resultar exhaustivo, tratar de aceptar este momento. 

Pero incluso ese estar exhausto es parte de la invitación, darte cuenta, darte por vencido en ese intento de aceptar e identificar que en el fondo este momento ya fue permitido. Esos pensamientos, esas sensaciones, esos sentimientos, esas olas de experiencia ya han llegado, entonces, es demasiado tarde como para luchar contra ellos. Es demasiado tarde para aceptarlos y es ya demasiado tarde para evitarlos porque ya están aquí. 

TS: Sería correcto decir, Jeff, utilizando esta metáfora de las olas y del océano —desde una perspectiva práctica y desde este punto de vista— que si alguien se siente muy identificado con algún tipo de ola demasiado intensa de experiencia que parece muy difícil o abrumadora, que si cambian su atención hacia la naturaleza oceánica de esa experiencia, ¿eso permitirá generar ese espacio necesario para el reconocimiento de la aceptación? ¿Qué opinas de esto? Sentirse el océano en lugar de identificarse con la ola.

JF: Bueno, eso es verdad. Se trata de que recordemos nuestra verdadera identidad como ese vasto, espacioso océano en lugar de identificarnos como esa persona limitada. Cada momento constituye esta invitación a recordar que realmente somos mucho más vastos de lo que nos hemos imaginado. Creo que ahí está el centro del sufrimiento, especialmente de mucha gente que he conocido en los últimos años. Existe esta creencia cuando estamos sufriendo, de que somos demasiado insignificantes, de que estamos demasiado limitados para abordar los asuntos. "Este dolor es demasiado grande para mí, o este temor es demasiado para mí o esta pena es demasiado grande para mí". Así es como se puede llegar a sentir, aunque en realidad, este momento nunca podría ser demasiado para mí. 

Cualquier cosa que esté sucediendo en este momento, aunque el momento sea demasiado intenso y esté impregnado de dolor y de miedo, podríamos decir que hay algo aquí que ya está sosteniendo este momento, hay algo que está abrazando este momento. Es algo que está ya permitiendo que este momento sea, incluso si personalmente te sientes incapaz de lidiar con él, aún si te sientes incapaz de aceptar este momento. Lo que tú eres, ese vasto océano, ya está sosteniendo ese miedo.

Entonces el sufrimiento realmente depende de la identificación. Por ejemplo, cuando hay una ola de temor —o de cualquier otra cosa como miedo, enojo, tristeza— es una invitación a recordar aquello que eres. Lo que tú eres en este momento está sosteniendo el temor, lo que tú eres es ese espacio en donde entra ese temor. Lo que yo soy en este momento es el espacio para este miedo. De algún modo le estoy permitiendo un espacio a ese enojo. Ya sabes, le estoy dando a este enojo un espacio para que respire. Le estoy dando la libertad a este enojo para que se exprese. Le estoy dando la libertad a este dolor para que se exprese. Le estoy dando la libertad a esta tristeza, a esta duda, para que se exprese.

En cierto modo, todo esto es completamente opuesto a lo que hemos aprendido acerca de nosotros mismos. Esto parece darle un vuelco a la vida, sin embargo, nos recordamos como este vasto océano que está permitiendo que estas olas sean. De alguna manera, estas olas, una ola de enojo no es ningún enemigo. Eso fue lo que nos enseñaron, tal vez. Una ola de dolor, una ola de tristeza no es el enemigo; como el océano, podrías decir que se trata de uno de tus hijos, ¿o no? Como océano, diste nacimiento a esa ola de enojo, diste nacimiento a una ola de tristeza. Estos no son enemigos que deban ser destruidos, sino niños que deben ser apoyados, que deben ser amados en este momento. La vida no te pide más que eso. Simplemente te encuentras afrontando este momento de enojo. 

Cuando entramos en la identificación, cuando olvidamos nuestra verdadera identidad, como dijiste, el océano, este vasto océano, este vasto espacio en donde aparece en este momento el miedo; cuando olvidamos lo vastos que somos, cuando olvidamos lo espaciosos que somos. Cuando olvidamos lo amorosos que somos o cuando olvidamos nuestra capacidad de abrazarlo todo. Nos empezamos a identificar con la ola. Y así, en lugar de recordarnos como ese vasto océano en donde llega y se disuelve el miedo en ese momento, nos identificamos como alguien que se siente asustado. Pienso que esta es la diferencia fundamental entre recordar lo que realmente eres y olvidar lo que realmente eres. Es esa identificación. Así que nos recordamos a nosotros mismos en este momento y sólo en este momento, porque eso es todo lo que hay, finalmente. Si nos recordamos a nosotros mismos ahora como ese vasto océano en donde la ola del miedo es admitida y no nos identificamos como "Yo soy ese que está asustado" o "Yo soy ese que se siente triste" o "Yo soy ese que está sufriendo, yo soy la víctima" —porque siempre hay una especie de historia de victimismo detrás de todo esto. 

No se trata de rechazar ni negar la ola. No se trata de querer alejar la ola. No se trata de decir "Oh, este miedo no me va a tocar. Estoy más allá del temor." Sabes, todo ese tipo de atajos espirituales que a veces queremos tomar. No se trata de eso. Se trata más bien de ese reconocimiento de que el miedo está aquí, percibiéndolo, notándolo, y al mismo tiempo recordarme a mí mismo como ese espacio completamente abierto que está sosteniendo este miedo. Así que el miedo tiene permiso para moverse a través de mí, pero a fin de cuentas, no me define. Así que ambos aspectos se dan. Es como permitir que el miedo se exprese totalmente sin que yo intente evitarlo. Pero al mismo tiempo recordarme como ese vasto espacio. 

**Transcripción de parte de una entrevista con Jeff Foster, Noviembre de 2012

La primera charla es una entrevista a Maria Belón la mujer en cuya experiencia está basada la película de "Lo imposible", superviviente del tsunami que asoló el sudeste asiático en la navidad del 2004.



La segunda es una charla de Ted que merece la pena escuchar. Esquiadora de fondo, Janine Shepherd, esperaba una medalla olímpica... hasta que fue atropellada por un camión durante un entrenamiento en bicicleta. Ella comparte una historia poderosa sobre el potencial humano para la recuperación. Su mensaje: no eres tu cuerpo, y renunciar a viejos sueños puede permitirte nuevos para volar.







No hay comentarios: