lunes, 29 de octubre de 2012

Nutrir el don


"Los dones que se te han dado en esta vida no te pertenecen únicamente a ti. Pertenecen a todos. No seas egoísta y los retengas. No te aprisiones en un estilo de vida que mantenga el Espíritu rehén, sin ofrecerte espontaneidad y Gracia.

Arriésgate a ser plenamente tú mismo. Abandona las expectativas que los demás tienen en ti. Suelta todos los "debería" y los "tengoo que" y considera cuáles son los pensamientos y acciones que te dan más alegría. Vive de dentro hacia afuera, no de fuera hacia dentro.

Orientarse hacia lo que te da alegría no es ser egoísta. Es una acción magnánima que puedes realizar. Esto se debe a que tu don es necesario. Los demás no podrán elevar su espíritu a menos que confíes en tu don y lo des al mundo incondicionalmente. 

Considera la vacía que estaría tu vida si los que te rodean eligieran abandonar sus dones. Todo lo que te parece maravilloso en la vida - la música, la poesía, las películas, los deportes, la risa - desaparecerían si otros no te ofrecieran lo mejor de sí mismos. 

No retengas tu don. No cometas el error de pensar que no tienes nada que dar. Todo el mundo tiene algo que ofrecer. Pero no compares tu don con el de otros, porque podrías no valorarlo suficientemente."

Tu don siempre  reside allí donde tu alegría y tu entusiasmo son más profundos; la única dificultad que tendrás para reconocerlo es que podría no encajar en tu imagen de lo que se supone que tiene que ser. Supón, por ejemplo, que tienes una excelente capacidad de escucha. La gente viene a ti con los dramas de su vida y se van felices y más en paz. Los demás te dicen una y otra vez que les gusta estar contigo. Sienten que les aceptas tal como son. Se sienten fortalecidos por ti. Tú no pareces cargarte con sus problemas. Tu presencia tiene el efecto de elevar a la gente.

No haces nada en particular y, por eso, no puedes entender que tu don está involucrado en esto. Sigues buscándolo fuera de tu experiencia. Piensas: "Quizás debería volver a la escuela y ser bibliotecario". Pero ya tienes dos títulos universitarios. Ya has tenido toda la formación que necesitabas. El problema no es formarte. No se trata de cambiar de profesión.

El problema es que el don te está mirando fijamente a los ojos y tú te niegas a verlo. Piensas que el don es "hacer", pero no es así. Más bien, es una "forma de ser" exultante y sin esfuerzo. Viene a ti naturalmente y produce alegría en los demás de manera inmediata y palpable.

"Bien", piensas, "tal vez debería volver a la universidad y obtener un título terapeuta. Nadie querrá venir a mí y pagarme a menos que tenga un título". Pero estás pasando por alto el punto clave. No importa lo que hagas. No estamos hablando de un hacer, sino de una manera de ser. Hagas lo que hagas, puedes expresar tu don. No necesitas un papel especial, una plataforma especial. 

Buscar un papel especial es una manera de apartar el don de ti. Es como decir: "En realidad esta capacidad mía no satisface mis expectativas. No puede darme apoyo. ¿Por qué no puede tener el verdadero don? Otros lo tienen. ¿Qué hay de malo en mí?". 

Si pudieras darte el mismo amor y aceptación incondicionales que ofreces a otros, darías un giro a tu vida, porque empezarías a confiar en tu don. Hasta que no lo valores y confíes en él, ¿cómo puede sustentarte el universo?

Muchas de tus cualidades te pasan desapercibidas porque no tienes una imagen clara de lo que deberían ser, o porque las devalúas y las apartas de ti al compararlas con las que otros. Tienes envidia de sus aptitudes. Preferirías tener su don en lugar del tuyo.

Cada vez que juzgas tu don, o pones condiciones para ofrecerlo, lo alejas más de ti. Dices: "¡Sólo cantaré si tengo un público de mil personas y gano al menos cinco mil euros!" Supongamos que no son muchas las personas que han oído hablar de ti, ¿cuántas personas van a venir a escucharte? ¿Cómo va a evolucionar el trabajo de tu vida si no das el primer paso para traerlo a la existencia?

Si no estás dispuesto a empezar con pequeños proyectos y expectativas modestas, te estás programando para el fracaso. Si quieres tener éxito, tómate tiempo para desarrollar tu cualidad y para aprender a confiar en ella

El trabajo de tu vida es como un bebé. Tienes que cuidarlo dentro y fuera del útero. Cuando al principio te des cuenta de cuál es tu don, no vayas por ahí anunciándolo a los cuatro vientos. sigue tu propio consejo. Empieza a cantar en la ducha. Encuentra un profesor. Practica cada día.

Entonces, cuando tu gracia esté preparada para ser compartida con los demás, encuentra un entorno informal y poco exigente que no te ponga mucha presión a la hora de actuar; o a los demás a la hora de responder. Sé delicado con esa capacidad tuya, tal como serías si tuvieras seis años y quisieras compartir una canción con tu mejor amigo. Por muy ansioso que estés por crecer, antes debes darte tiempo para ser un niño. 

Aprende, crece y cuida de tu aptitud hasta llevarla a la manifestación. Asume pequeños riesgos y después otros mayores. Canta ante pequeñas audiencias y ve ganando confianza. Después, sin forzar ni presionarte no presionar a los demás, las audiencias crecerán. 

Los que se niegan a empezar por poco nunca consiguen nada. Quieren la Luna y nunca aprenden a estar sobre la Tierra. 

No tengas miedo de ser un aprendiz. Si admiras a alguien que tiene un don parecido al tuyo, no temas pedirle lecciones. Esta es una de las maneras de aprender a confiar en tus capacidades. 

Por otra parte, no puedes ser un estudiante eternamente. Llega un momento en el que el estudiante está preparado para dejar atrás al profesor. Cuando ese momento llegue, da un paso adelante. Confía en tu capacidad. Confía en todas las horas que has dedicado a la práctica. Da el paso adelante. Ten fe en ti mismo. Estás preparado. 

El modo que tengas de relacionarte con tu don dice mucho de si eres feliz o no. Las personas felices expresan sus capacidades en cualquier lugar que la vida les ofrezca. Las personas infelices se aferran a sus dones hasta que la vida les ofrece el lugar perfecto.

Ahora puedo decirte que el lugar perfecto no aparece nunca. Generalmente, la vida no se parece a la imagen que tienes de ella y desperdiciarás las verdaderas oportunidades de expresar ese regalo si no sueltas tus imágenes y ves lo que se alza frente a ti. 

En realidad es muy simple. Todas tus imágenes tienen que desaparecer. Parte de confiar en tu don consiste en soltar cómo crees que debería ser recibido. Eso no es asunto tuyo. No tiene nada que ver contigo. Por más grande que te hayas hecho, nunca sabrás quien se sentirá tocado por tu trabajo y quién te dará la espalda. 

Para dar tu don, tienes que soltarlo. No debes estar apegado a quién lo recibe y quién no.  Nadie llega a todo el mundo. Algunos comparten sus dones con una audiencia de unas pocas personas. Otros las comparten con unos pocos millones. Esto es algo que escapa a tu juicio.

No juzgues tu don. Intégralo, valóralo y dalo. No juzgues cómo es recibido. Dalo sin apego a los resultados, sin expectativas de que retorne.

No puedes aferrarte a tu don y darlo al mismo tiempo. Cuando veas lo absurdo de ese intento, le darás las alas que merece. Asumirás los riesgos que estás dispuesto a aceptar, tu regalo llegará a los demás y la energía que genera retornará a ti. El ciclo de creatividad, de dar y recibir, se pondrá en marcha en tu vida.

*** Texto extraido de "El Silencio del Corazón" de Paul Ferrini








miércoles, 10 de octubre de 2012

Ecce-Homo


"Estoy decidido a ver las cosas de otra manera" UCDM

Supongo que a estas alturas la mayoría de vosotros ya conoceréis el célebre Ecce-Homo de la localidad zaragozana de Borja. Una pintura de un siglo de antigüedad y escaso valor artístico que se convirtió en toda una noticia cuando una vecina de la localidad, con más buenas intenciones que maña, lo arregló hasta transformarlo en una parodia del original.

Llevo varias semanas con esta entrada a medio escribir. Suele ocurrirme cuando de repente una idea se instala en mi cabeza. En este caso la idea surgió como consecuencia de la fotografía que aparece al inicio de esta entrada con la pintura antes de la transformación (medio), después de la transformación (derecha) y la original (izquierda).

Una idea rondaba mi cabeza, ¿transformación o restauración?, y la dejé que se fuese asentando. Al igual que un buen vino fui dejando que fuese cogiendo cuerpo.

¿Y si este aparente suceso fortuito encerrase una enseñanza?

No tenía muy claro a donde me llevaría pero decidí seguirle la pista empezando por buscar la definición en el diccionario:

- Transformar: Hacer cambiar de forma o aspecto. Cambiar una cosa por otra. 
- Restaurar: Volver a poner una cosa en el estado o circunstancia en que se encontraba antes. Es decir, volver al original.

Según la definición claramente la imagen de la derecha se correspondía con la transformación y la de la izquierda con la restauración.

Empezaba a comprender...

Para restaurar algo a su estado original hay que conocer el original. En el caso de la pintura conocer la época, las técnicas utilizadas, las particularidades de cada pintor. Sólo un experto puede llevar a cabo este trabajo.

¿Y si en nuestra vida fuese igual? ¿Y si en nuestra vida también necesitásemos de un experto, algo que nos ayudase a ver con nuevos ojos? 

Al mirar la imagen del centro nuestra mirada nos muestra algo deteriorado, algo que hay que mejorar o arreglar. Algo que hay que transformar en algo mejor. La mirada de un experto lo que ve es algo diferente. Al conocer el original sabe lo que tiene que hacer para devolver esa pintura a su estado previo.

Solemos equiparar la transformación con arreglar algo que está deteriorado o que creemos que tendría que mejorar. Así, si las cosas no van muy bien en nuestra vida nos ponemos manos a la obra para arreglarlo. Si tengo un problema de pareja, tengo que arreglarlo. Si no tengo dinero, hay que arreglarlo. Si mi hijo no estudia, hay que arreglarlo. Somos expertos en tratar de arreglar nuestra vida, poner una capa de pintura aquí, tapar un agujero allá. Y solemos equiparar el arreglar a añadir o sustituir algo. Hacer algo con la intención de sentir algo. Si me siento inseguro, hago algo para no sentirme así. Es decir, añado algo encima de mi inseguridad para esconderla y no verla. Lo mismo si siento algo que no quiero sentir o creo que no debería de sentir. Lo tapo, lo oculto o lo evado a través por ejemplo del pensamiento positivo. ¡Ya no está! Pero si que está. Sigue ahí pintado de otro color. 

Entonces nos iniciamos en el camino del cambio y la transformación. Y durante un tiempo parece que nos funciona...

Este camino parte de la premisa de que hay algo que mejorar o cambiar, algo a arreglar. Parte de un juicio o perspectiva basada en el miedo. Miedo a estar en esa situación que no me gusta y con los sentimientos que esto me provoca. Y es ese mismo miedo el que nos guía en nuestras acciones haciéndonos creer que cuando ese suceso cambie nos sentiremos felices. Pero toda acción tomada desde el miedo, desde la sensación de carencia, de inseguridad o cualquiera de las formas en que el miedo se manifiesta, sólo puede llevarnos a más miedo. Es como un árbol cuyas raíces están podridas. Por mucha atención que le pongas, por mucho abono, todo lo que crezca desde allí estará podrido.

De ahí que aunque en ocasiones el miedo sea un gran motivador, que lo es, al final el resultado es más miedo. Por ejemplo si yo parto de una situación de pobreza, eso me puede impulsar a trabajar duramente para convertirme en millonario pues creo que el dinero me ayudará a paliar el miedo que siento. Y puedo llegar a convertirme ciertamente en millonario, para darme cuenta de que mi miedo no solo no ha desaparecido sino que se ha duplicado o cambiado de forma. Ahora tengo miedo a perderlo y volver a la situación de partida. El miedo sigue ahí.

Entonces llega un momento en que te das cuenta de que por más que has intentado arreglar o mejorar tu vida no has sido capaz de conseguirlo. ¿Y si en el fondo no hubiese que arreglarla? Esa perspectiva nos da pavor porque nos enfrenta a nuestros mayores fantasmas. Nosotros no somos capaces de ver esa perfección. Pero, ¿y si hubiese un experto que nos ayudase a verlo de otra manera?

Solo un experto podría haber restaurado con éxito la imagen de Zaragoza, porque solo un experto conoce el original y las técnicas adecuadas para devolverlo a ese estado.

Nosotros no conocemos el original, no sabemos que o quienes somos ya que si lo supiésemos ya lo estaríamos experimentando. Por lo tanto nosotros podemos transformarnos pero no podemos devolvernos a nuestro estado original que es paz, amor y felicidad. Para ello necesitamos de un experto, la parte de nuestra mente que guarda el recuerdo de lo que somos. Esa parte es el Espíritu, la memoria del amor en nosotros que solo precisa que estemos dispuestos a cambiar la percepción que tenemos de nosotros mismos, de los demás y de las circunstancias de nuestra vida. Que estemos dispuestos a abandonar nuestras creencias y de corazón querer la paz como nuestra prioridad.

"Al cambiar mi modo de ver, cambia mi modo de ser"

Podría parecer una casualidad que la imagen sea un Ecce-Homo pero hace tiempo que no creo en las casualidades. En el "Curso de Milagros", que estoy estudiando, se denomina Cristo a esa Conciencia del Amor, nuestro auténtico Ser.

¿Coincidencia o un guiño del Espíritu?
 



martes, 2 de octubre de 2012

Testimonio de Nuria


Quiero agradecer a Nuria el que me diese permiso para compartir su experiencia de coaching en este espacio.

Hace años empecé mi práctica de coaching según un modelo centrado en objetivos pero la vida y mi propia experiencia me han ido dirigiendo hacia un modelo más centrado en la paz interior, en el reconocimiento de lo que ya somos, en el sentir y no tanto en el pensar, en el confiar en la vida y no intentar forzarla a través de nuestros deseos u objetivos, en el rendirnos a una parte de nosotros, "Yo Grande", que realmente sabe en lugar de dejarnos guiar por nuestro "yo pequeño" que cree que sabe. El proceso con Nuria fue una apuesta por este nuevo enfoque centrado en la paz interior.

Estoy muy satisfecha con el proceso de coaching que he realizado. ¡Creo que le pongo un 10!

Nunca creí que a través de un proceso de limpieza, de reprogramación o algo así podía recuperar la alegría y la paz que había perdido en los últimos años. Como ya sabes, en el año 2012 tuve una depresión, repetida de otra anterior. La sensación que me quedó después de eso fue de insatisfacción, una desazón permanente: lo tengo todo pero no me siento plena, segura, ni conforme. Así durante todo el 2011...pero ahora mismo las cosas son muy diferentes.

Creo que he logrado apreciar donde reside el origen de mi insatisfacción, de donde me viene la lucha. Gracias a todo lo que he experimentado y sentido estos meses, he vivido como los pensamientos y la mente, las cosas que yo tenía como "verdades" me estaban impidiendo disfrutar de lo que tenía...

Gracias a tus indicaciones he dejado de racionalizar, de pensar sobre lo pensado y, sobretodo, dejar de querer entender. Esa intuición de que no hay nada que entender yo la había tenido alguna vez antes en yoga pero nunca había sido consciente del daño que la "historia" que me monto me puede hacer. Desde luego, nunca me hubiera atrevido a dar ese paso sin tu guía. Para alguien tan racional como yo y que vive de la mente, ese reto era insuperable.

Creo que el cambio más importante es el dejar de dar tanta importancia al pensar. La frase "este pensamiento no significa nada" es de las cosas más potentes que yo he vivido: la liberación que supone es tan increíblemente sencilla que da miedo...desde luego, me cuesta mucho dejar la racionalidad a un lado. Por eso creo que el trabajo de Byron Katie me gustó tanto, todavía hay hueco para repensar. Supongo que se puede ir más allá y realmente sentir el pensamiento como algo "ajeno", útil y práctico pero extraño, exterior a ti. 

Otra cosa que he sentido que me parece muy importante es un atisbo de amor por mi misma que tuve en una ocasión. No he conseguido revivir esa sensación de nuevo, pero al menos sé que se puede sentir esa compasión por uno mismo, que es posible sentirte como eres sin querer cambiar nada. Creo que tener esa experiencia de forma permanente debe de ser increíble. No necesitar ser nada diferente, ni tener que hacer nada distinto debe dar una tranquilidad y una paz inconmensurable. 

Otro cambio que creo que es relevante es la sensación de presencia (me ha costado mucho encontrar la palabra que define la sensación). Últimamente, no sólo estoy más presente sino que además siento una presencia, un algo más que está conmigo, que está ahí y que me acompaña y completa. No quiero resultar esotérica (soy una científica) pero es como si tuviera compañía...

Otra sensación que me ha resultado muy sorprendente es experimentar el abandono. Dejar de apretar, de luchar, de funcional, de hacer...he sentido como el colchón te sujeta y la silla te sostiene, no hay que hacer fuerza. Lo he sentido cuando sigo las indicaciones de dejárselo al Ser: reconoces y sueltas.

Creo que útil ha sido todo. Has abierto unas puertas que ahora me toca a mí mantener abiertas. Aunque parezca mentira el hecho de ser por teléfono a mi me ha ayudado mucho. También me ha ayudado mucho el que no me dejaras habitualmente contarte mi "historia". Vale para centrar la situación pero nada de empezar con "me dijo y luego yo le dije, pero hice y me contestó..." Al principio me frustraba un poco ya que soy muy verbal y me encanta mi propia verborrea pero me fui dando cuenta de lo inútil que es ese proceso. Es increíble la fuerza que tienen las palabras cuando las dices y como se deshinchan cuando no las pronuncias...

¿Recomendarías el coaching a un amigo/conocido/familiar?

Si, porque creo que es un proceso de limpieza y aseo que todo deberíamos hacer alguna vez. Nos bañamos, lavamos los dientes, cuidamos el cuerpo por fuera pero por dentro no sabemos como van las cosas. No tenemos ni idea de cuales son los procesos que guían nuestros sentimientos, reacciones y emociones...no somos conscientes de como pensamos ni los patrones que seguimos habitualmente. Esto nos hace muy vulnerables a cualquier tortura a la que nos sometemos creyendo encima que todo el rollo es culpa de alguien de fuera.

No, porque creo que es una experiencia a la que hay que llegar por uno mismo. Encuentro muy difícil explicar en que consiste el proceso y no se si la otra persona querría entender. Tienes que estar muy harto de sufrir para decidirte a cortar tu propio programa, tu pensamiento, que en definitiva es lo único que conoces. Es una cosa muy personal y muchas veces sobrevivimos gracias a ese sufrimiento. En mi caso ya había iniciado un camino con el yoga y con distintas lecturas que me ayudaron a coger más fácilmente al aire el tipo de trabajo que querías que hiciera. Ni siquiera todas las sesiones de psicólogo que he dado me aproximaron a esta idea. No se si la persona a la que podría recomendárselo estaría dispuesta para ello. Es cierto que ahora está muy de moda todo esto del autoconocimiento, no sufrir y el pensamiento positivo pero los libros que lees y las charlas que oyes son más combustible para la mente pensante. No lo experimentas realmente, simplemente piensas sobre ello dando todavía más poder al ego y muchas veces, generando órdenes contradictorias entre los distintos programas.

Estos meses trabajando con Iciar han sido una experiencia muy intensa. Empecé echa un lío, no sabiendo muy bien quien era, ni que quería y llegué a que no me importe saberlo. Saber no parece ahora tan necesario, lo mejor es sentir, fluir con lo que eres sin reproches ni preguntas. 

Testimonio de Nuria Hernández, profesora universitaria.