Hoy me ha venido a la memoria la ilusión de la noche de Reyes. Ese día mis dos hermanos y yo nos levantábamos pronto. Ellos, que son más pequeños, querían ir corriendo al salón a ver lo que nos habían dejado los Reyes. Yo se lo impedía. Para eso me tenía que levantar primero e ir a levantarles a su habitación. Había que cumplir el ritual que consistía en ir los tres juntos, cerrar los ojos y abrirlos una vez en la habitación. Ellos se resistían, pensaban que era muy tonto eso de cerrar los ojos y abrirlos a la vez, pero yo no me dejaba amedrentar por ellos y el ritual se perpetuó hasta que fueron lo suficientemente mayores como para oponerse.
Esta anécdota me ha venido a la cabeza a raíz de ir a ver la película "La educación de las Hadas". Tengo que confesar que siento debilidad por las hadas. No sabría explicar muy bien a que se debe esta fascinación aunque creo intuir que es mi manera de conectar con la ilusión y la magia de la infancia.
Hay determinadas palabras que me conectan con ese mundo infantil, con la época en la que era feliz e imaginativa. Una época en la que ante mi se abría un mundo de infinitas posibilidades. Unos años en los que brillaba la confianza y en los que todo era nuevo. En mi caso esas palabras que me conectan con mi niña interna son: hada, magia, ilusión, sueños, estrellas, chocolate, ... Son mis palabras "mágicas", esas que me hacen sonreír cuando vuelvo la vista atrás y también llorar en los momentos en los que siento que me he perdido y necesito volver a conectar con esa niña confiada y alegre. Esa niña a la que le encantaban los cuentos y que lloró cuando su madre le desveló el secreto de los reyes magos a una edad en la que el resto de los niños ya lo sabían.
Cuando nacemos estamos perfectamente programados. Tenemos una tendencia innata a concéntranos en el amor. Nuestra imaginación es creativa y floreciente, y sabemos usarla. Estamos conectados con un mundo más rico que el mundo con que ahora nos conectamos, un mundo lleno de hechizo y del sentimiento de lo milagroso.
¿Qué nos pasó entonces? ¿Por qué, cuando llegamos a cierta edad y miramos a nuestro alrededor, el hechizo había desaparecido?
La película cuenta la historia de Nicolás un niño grande que trabaja creando juguetes. Nicolás se enamora el mismo día y a la misma hora de dos personas: una madre viuda y su hijo de ocho años. Sin duda lo mejor de la película son los diálogos entre el niño y su padre "natural" (si vais a ver la película entenderéis el término). Cuando este le habla de las hadas y de como reconocerlas. A pesar de ser una película triste, hay momentos "mágicos" siempre con el niño como protagonista.
Todos llevamos un niño dentro. Es ese que aparece cuando nos sorprenden con un regalo, cuando nos preparamos para soplar las velas en la fiesta de nuestro cumpleaños, cuando llevamos a nuestros hijos a ver la cabalgata de los reyes magos (siempre me sorprende que en la cabalgata los que más disfrutan sean los padres, en esos momentos se permiten volver a ser niños otra vez y por unos momentos recuperar la ilusión). Aparece cuando contamos cuentos, vamos al cine a ver una de Walt Disney y en tantos y tantos otros instantes.
El sábado empezó el mes de julio y para algunos ya han comenzado las vacaciones. Durante estas vacaciones os propongo un reto: prestar atención a nuestro niño/a interno. Conectar con esa parte en ocasiones olvidada.
¿Qué te gustaba hacer de pequeño? ¿Con que disfrutabas? ¿Cual era tu máxima ilusión? ¿Cual era tu sueño?
Todos hemos sido niños alguna vez aunque puede que algunos como decía Antonie de Saint-Exúpery no lo recuerden.
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