miércoles, 6 de febrero de 2008

Un hombre llamado Costumbre



"Un hombre llamado Costumbre siempre iba a trabajar siguiendo el mismo camino. A veces se planteaba si no habría otros caminos interesantes y otras posibilidades que él pudiera encontrar. Cuando esos pensamientos pasaban por su cabeza, sentía una excitación inicial a la que pronto seguía un desagradable "nudo en el estómago". ¿Qué podría pasar si se encontraba con algún peligro o con alguna situación que no fuera capaz de resolver? Esta cuestión siempre acababa afianzándole en la decisión de no abandonar nunca el viejo camino.
Un día Costumbre se levantó, se vistió y emprendió su camino, pero pronto empezó a darse cuenta de algunas cosas sorprendentes en las que en su ensimismamiento habitual no había caído. De pronto, todo su cuerpo reaccionó con angustia al comprender que se había perdido: estaba en medio de un bosque desconocido, y frente a él, apoyado en un árbol, había un anciano.
Costumbre se acercó e intentó despertarle para que le ayudara a encontrar su camino, pero por más que lo intentó, no consiguió que aquel hombre abriera los ojos. Acababa de darle la espalda cuando oyó con absoluta claridad:
- ¡Coge lo que encuentres en tu camino!
Costumbre se giró rápidamente pero sólo vio al mismo anciano que permanecía profundamente dormido. Como empezaba a oscurecer, Costumbre se puso a andar sin saber en absoluto en qué dirección iba. Al fin, la noche cayó y en medio de una gran oscuridad Costumbre llegó a lo que parecía un río. Estaba a punto de cruzarlo cuando oyó de nuevo y con absoluta claridad:
- ¡Coge lo que encuentres en tu camino!
Costumbre se enfureció al no ver a nadie y se puso a gritar:
-¿Qué voy a coger aquí, donde sólo hay barro y piedras?
Sin embargo y por alguna razón desconocida, Costumbre se agachó y cogió a oscuras algunas piedras de la orilla y se las metió en el bolsillo. Agotado después de cruzar el río, Costumbre se tumbó en la blanda arena y notó que las piedras le molestaban para dormir. Al amanecer, Costumbre se levantó enfurecido, se metió la mano en el bolsillo y cuando estaba a punto de arrojarlas, vio que de entre sus dedos salían rayos de luz. Aquello que en la oscuridad de la noche había tomado como simples piedras,
eran raros y valiosos diamantes."
(Madera de Lider. Dr Mario Alonso Puig. Empresa Activa)
Todos en mayor o menor medida tenemos un señor Costumbre dentro de nosotros. Es esa parte que busca la comodidad y que quiere que las cosas sigan como hasta ahora. Protegido en nuestra zona de confort el señor Costumbre nos previene de los "posibles" peligros que nos acechan si nos aventuramos fuera de ese recinto conocido. Sin embargo, en su afán de protegernos también nos impide descubrir esos diamantes en forma de nuevas experiencias, nuevas personas, nuevos retos haciendo que día a día vayamos perdiendo la ilusión y nos preguntemos por el sentido de nuestra vida.

En momentos de lucidez intuimos que hay algo más fuera de esa zona de confort que nos hemos construido, pero el miedo y el desconocimiento hacen que demos marcha atrás y volvamos a nuestro reducto de "comodidad". Pero en el fondo no estamos cómodos sentimos que nos estamos perdiendo algo, que la vida es mucho más y que al otro lado de ese mar inmenso que rodea nuestra isla hay mucha vida.

"No se pueden descubrir nuevos océanos si no se tiene el coraje de perder de vista la playa"

Te invito a que crees tu propio señor Costumbre. Imagínate como va vestido, como habla, si es hombre o mujer, que tipo de diálogo utiliza contigo... Sácalo fuera de ti y si eres buen dibujante haz un dibujo que lo represente. ¿Qué te aporta? ¿Qué le da el poder? ¿Cuál es el valor que representa en tu vida? Este ejercicio te permitirá empezar a dejar de identificarte con él. Ese no eres tú, es sólo un personaje de los múltiples que te componen.

¿Qué papel quieres que juegue en tu vida?



2 comentarios:

José Ignacio Lacucebe dijo...

Mi señor costumbre era un ejecutivo, especialidad administración de empresas, financiación, chapuzas varias.
El señor Costumbre era tenaz y le absorbía su trabajo, le gustaba, de los sueños hacía proyectos, a los proyectos les ponía fecha, actualizaba el proyecto, lo comentaba, pedía opinión y valoración.
pasaban los años y al señor costumbre el tiempo se le hacía corto, no por su voluntad, más bien por el afan del crecimiento, la productividad, y los objetivos que crecen para que no los puedas cumplir.
El Señor Costumbre enfermo,a su desequilibrio le llaman bipolarismo. No puede continuar en su trabajo.
Gracias a este pedrusco empecé a ser persona.

Iciar Piera Iglesias dijo...

Gracias por compartir, como dice tu blog, tu experiencia con nosotros. Estos segura de que muchas personas se identificarán con tu señor "costumbre".

Un abrazo
Iciar