El silencio es la esencia del corazón. No puedes estar en el corazón a menos que te perdones a ti mismo y perdones a los demás. No puedes estar en tu corazón si te sientes preocupado o enfadado. No puedes estar en el corazón si tu respiración es superficial o forzada.
Cuando la respiración es superficial, el pensamiento es superficial. Si quieres vivir una vida espiritual, pon conciencia en tu respiración. Sé consciente de las ocasiones en las que inspiras superficialmente y lleva conciencia a tus pensamientos. Verás que tu mente está parloteando. Ninguno de esos pensamientos tiene profundidad ni significado. Si te relajas y respiras profundo, esos pensamientos se alejarán volando como pájaros sorprendidos. Y entonces estarás en el corazón. Cuando tu respiración es forzada, el pensamiento está siendo impulsado por el miedo y la ansiedad. Tus estados mentales tienen su raíz en el pasado o en el futuro. Es posible que te enfoques en lo que hacen otros y en cómo te puedes adaptar a ellos o protegerte de sus acciones. Estás construyendo una fortaleza de pensamientos alrededor de tu corazón. Toma una respiración profunda y relájate. Ahora toma otra. Respira y vuelve al corazón. Respira y vuelve a tu Ser esencial.
A menos que retornes al corazón, no podrás mirar con compasión. Y quien no mira con compasión no ve con precisión. Todo lo que percibe es un montaje, una exageración que sólo alimenta su aburrimiento o su ansiedad.
La respiración es clave para vivir una vida espiritual cuando estás encarnado en un cuerpo físico. Cuando el cuerpo muere, la respiración lo abandona. ¿Adónde va? La mayoría de vosotros creéis que el cuerpo genera la respiración. En realidad, ocurre al revés. Es la respiración la que produce el cuerpo. Cuando la respiración se va, el cuerpo deja de funcionar. Se desintegra en la nada porque, sin el aliento del Espíritu, el cuerpo no es nada.
Si quieres vivir una vida espiritual, respira lenta y profundamente. Lleva el aire a lo profundo de tu abdomen y suéltalo completamente. Cuanto más aire lleves a tu cuerpo, más ligero te sentirás y más fácil te será cumplir tus responsabilidades. Quien respira profundo no se siente atemorizado ni abrumado por lo que la vida le presenta, porque dispone de energía para afrontar todas las circunstancias. Solo quien respira superficial e irregularmente se siente sin energía y se deja intimidar por los retos de la vida. A menos que respires profundo y en calma, no podrás estar en tu corazón. Si no sabes de qué estoy hablando, deja a un lado este artículo y empieza a respirar hacia el abdomen, contando hasta cinco en la inspiración y volviendo a contar hasta cinco en la espiración. Respira así durante cinco minutos, extendiendo progresivamente la cuenta hasta siete, ocho o nueve. No fuerces. Sólo expándete gradualmente, en la medida que lo permitan tus pulmones.
Ahora estás en tu corazón. Date cuenta de que estás relajado y, sin embargo, muy alerta. Tu conciencia se extiende a todas las células de tu cuerpo. Te sientes contento de estar donde estás. En este momento habitas plenamente tu cuerpo. Sientes energía y calidez. Te sientes seguro. Tus pensamientos se han ralentizado. Ya no te enfocas en los “debería” y en los “qué pasaría si” de tu vida. La tensión y la ansiedad están ausentes. El pasado y el futuro están recesivos en tu conciencia. Tu pensamiento es digno y está centrado. Puedes observar tus pensamientos porque hay menos y están más distanciados. Ahora lleva tu conciencia hacia tu corazón mientras continúas respirando delicada y profundamente hacia tu abdomen.
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